viernes, 25 de agosto de 2017

BUSCAR



Apagó todas las luces del apartamento, su vista repasó lentamente la habitación; cada pintura famosa, sus muebles de estilo español y desde el umbral del cuarto, a través de las ventanas, el mar. ¿Qué mar era este?, no importaba si sus olas le golpeaban como su propia soledad. Los arrecifes rasgaban sus pies, abriendo cada vez más la herida del tiempo. Los arrecifes que, son un reto al tiempo, así había pensado y como ellos quiso ser.
Años sin detenerse a hacer cifras, años de intensa y frustrada vida. Vida, lo que ella hizo de sus días. Días, sin saldo.
Cuando su mirada aún tenía reflejos de marionetas y sus manos se movían con los vivos colores de la acuarela, se mudó a este apartamento. La primera vez que cruzó su puerta fue invadida de amor, con destellos azules que terminaron al caer la primera tormenta y tras la oscuridad que le cegara, decidió no dejar jamás sus noches vacías.
Cayeron los años como caen las estaciones, uno tras otro, sucediéndose siempre, devastando almanaques, alimentando edades y arrugas. Cada amante una entrega, cada entrega una nueva pasión; quemando día a día ilusión y temor. Vivir sin prisa agitando al mismo tiempo, descorriendo cortinas de deseo, vibrando nota a nota la canción. Vistió sus noches de trigo o regalo besos a un argentino. Contempló a saciedad la silueta del varón, fuerte y erguido. Jugo al amor sin amar. Cada nueva cita ella regocijo su alma y su corazón; esperanza, espera o desesperación. ¿Qué buscaba? Quizás su destino, su motivo, su sueño, su ideal, pero ¿Cuál?



Ya al final, su vida acabada, aún con muchos años por vivir, pero encanecida el alma; conectaba en su memoria activa una cinta pregrabada de quejidos y lamentos, graduaba su cintura a ritmo de excitación y todos sus músculos suaves y relajados cambiaban de posición, según le guiara la mano de turno.
Para que después el vacío se precipitara sobre ella, el absurdo silencio de los sentidos, el enajenante ruido de moscas que agitaba en su cabeza. Todo esto ocurría mientras lentamente, con pasos imperceptibles llegaba el sueño. No podía pensar, ni podía impedir las imágenes que le llenaban. Quizás si al menos sonara el teléfono, aunque fuera un equivocado; algo que la sacudiera, tan siquiera un trueno. Pero la noche era plácida de estrellas y el silencio la seguía golpeando.
Y quien podía imaginar todo esto cuando la viera a la mañana siguiente, con la suavidad de una gaviota emprender vuelo surcando su ruta, sonriendo con gracioso mohín y entonando melodías. Su rostro radiante, gráciles sus gestos, dulce, pegajosa y hasta frívola su voz. Cada día la búsqueda, la incesante, la inacabada.
-        ¿Crees que encontrar es lo que me sucedió anoche? - preguntó alterada.
-        Gustavo es un hombre demasiado mayor para ti, eso ya lo sabías- respondió su amiga.
-        Sí, pero lo que no sabía yo es de las aberraciones sexuales que adolece- trató ella de explicar a Miriam, su única amiga y quien no creía en su búsqueda infinita- Adorablemente suave, sus músculos son duros, sobre todo para su edad, sus juegos excitantes, pero ¿sabes lo que me pidió?, masajes prostáticos.


-        Es que tú te acoges a todos los troncos, así tienes que encontrar una gran variedad de maderas y desde luego todas no arderán igual. Espera- le aconsejó Miriam.
-        La vida pasa demasiado veloz, no se puede perder el tiempo, sabes que no me gusta perder ni un minuto, ni tan siquiera durmiendo de más- le replicó ella- La vida no es más que una época de tránsito, por tanto, vale la pena vivirla plena de emociones y experiencias.
-        No se debe agotar así la juventud- señaló Miriam- Recuerdo que con esa frase terminé la conversación el día de tu divorcio, mira que han pasado algunos, cuantos años ¿eh? - ambas rieron.
-        Prohibido hablar de años- enfatizó ella.
-        Ya ves como da vueltas la vida- dijo Miriam.
-        Más bien, como nosotras damos vueltas en la vida- contestó ella con un tono de melancolía en su voz.
-        Tú te precipitaste, emprendiste una carrera contra reloj, como si el tiempo se te fuera a acabar.
-        Y el tiempo se me acaba- repuso ella.
-        Creo que aún estas a tiempo.
-        Querida, he de recordarte que el tiempo no es otra cosa que un invento humano, por lo que es capaz de destruirnos, ya sabes, el hombre tiende a su auto destrucción.
-        No me vengas con ese existencialismo pasado de moda y retrogrado. Hoy en día sabemos que la corriente de pensamiento que se impone es la del pensamiento positivo, afirmaciones, visualizaciones, y una gran fe que va desde la aceptación de que el ser humano vino a este mundo para ser feliz, hasta la sanación por imposición de manos y oraciones. La nueva era ya no es una teoría, lo mejor es que hoy es una corriente activa, vemos resultados- concluyó.
-        Me voy- dijo ella levantándose- cuando se habla demasiado también se pierde el tiempo. Sabes que te adoro- le dijo a su amiga soplándole un beso desde la puerta.
Disfrutó el trayecto a casa caminando por la amplia plazoleta que bordea el mar, se detuvo en un parque a observar a los niños jugar mientras sus madres vigilantes parecían muy felices, era una hermosa tarde azul y despejada, en la que sólo algunas nubes dibujaban el cielo, en lo que a ella se le antojó una pintura digna de exponer en el marco gris de su existencia.
Entró a su apartamento despojándose de los zapatos que, tiró al cerrar la puerta. Caminó con lentitud sintiendo la frialdad del piso de mármol en la planta de sus pies, fue derecho al ventanal; una pierna primero, luego la otra y quedó sentada en el borde con las piernas colgando hacia afuera.
“Esos arrecifes que me han acompañado, serán los que me guarden para siempre”, era el sonido de su voz interior tableteando dentro de su cabeza.
Miró al mar, aspiró profundamente, el olor a salitre invadía todos sus sentidos; dejó que la brisa acariciara su rostro y despeinara sus lacios y largos cabellos. Sus labios saborearon el gusto a mar. Cerró y abrió los ojos, moviendo sus parpados, abanicando con las tupidas pestañas sus profundos y enormes ojos color café que, se ahogaban en lágrimas. Lágrimas que nublaban sus ojos, pero no su visión. Con los ojos de mente podía ver la sombra de su vida. En verdad su vida estaba llena de sombras. La sombra de su feliz y extremadamente inocente niñez, la sombra de una adolescencia de muy corto plazo que, tras aquella violación sólo creo una mezcla de sombras en la que quedaron danzando sus días.
Y fue sólo una sombra lo que al vacío cayó. © Tere Núñez




70 Años

  Arribo a la década siete siete escalones del aprendizaje siete mares recorridos siete.   Y setenta son muchos, o quizás son tan pocos porq...