jueves, 15 de abril de 2010

OBJETOS PARA ENCONTRAR UNA HISTORIA V

- Las familias siempre seguían unidas, en mi época estoy hablando-me contaba Anselmo-los hijos hacían su vida, pero la casa de mamá era nuestra y las reuniones familiares eran frecuentes; ahora es otro tiempo, ustedes gozan su tiempo y nosotros nos deleitamos recordando. El día de las madres, por ejemplo; ahora llaman por teléfono y dicen felicidades o llegan por unos minutos con un regalito; antes todos los pollitos alrededor de la gallina le rendían homenaje, era verdaderamente el día de ella y cuanto hacíamos nos parecía poco para halagarla y hacerle el día feliz-suspiro profundamente-Claro que el resto del año le dábamos dolores de cabeza como lo hacen los hijos de todas las épocas, pero eso si con mucho más respeto, bueno esas son cosas que parecen absurdas en los días de hoy-las palabras de él ponían de manifiesto su inconformidad con nuestra época, sus vivencias las contaba con devoción, su forma de hablar era mi manera de conocerlo.
- Le digo Anselmo que yo no me siento tampoco a gusto con la época que me ha tocado vivir, a veces pienso que nací a destiempo- le contesté.
- No creas, también existen cosas hoy con las que yo estoy en total acuerdo-me explicó-que las mujeres estudien y se destaquen en su profesión tanto como un hombre, me parece justo, lo apruebo. Créeme que te hubieras sentido incomoda en otra época, por ejemplo no podrías esta aquí hablando a solas conmigo y nadie te creería cuando dijeras que sólo fabricabas muñecos- era un hombre con sentido del humor, era un hombre satisfecho de si mismo, un hombre que podía tener errores pero no rencores.
- Tiene razón, cada época tiene su encanto, así que es mejor que viva la mía con mis arraigos a las anteriores. Cuénteme de su profesión- le pedí.
- Eso es como hablarte de lo mas hermoso, después de mi Eva, claro esta-esta vez la mencionó con dulzura, sin tristeza- No sé por qué mucho de los padres de mis pacientes, a mis espaldas, desde luego me llamaban “loco”- se echó a reír-Recuerdo una niña de dos años a quien tuve que practicar una traqueotomía porque, bueno porque la necesitaba, ¿para que entrar en términos médicos que tú no entenderías?, a menos que tú los necesites- me dijo.
- No, hable como guste, de todos modos palabras más o menos yo de medicina sólo entiendo cosas como gripe, apendicitis, hepatitis y para eso no muy bien.
- Bueno, esa niña se salvó milagrosamente, la ingresamos de urgencia, yo estaba de guardia, otro en mi lugar hubiera hecho lo mismo que yo hice, pero el caso es que la madre de la niñita era amiga de mi sobrina y hacia cuestión de dos meses la mamá me la había traído a la consulta, la niña presentaba un cuadro alarmante, su sistema garganta-nariz era atroz; le hablé claro a la madre, como siempre , la alerté de las posibles complicaciones y le puse un tratamiento, pero nunca más volví a verla, ni supe los motivos; entonces esa noche cuando salí del salón, la madre me abrazó llorando y pidiéndome perdón, en vez de dar gracias que es lo que se acostumbra en esos casos,¿sabes que había pasado?-me preguntó antes de seguir el cuento, yo moví la cabeza en señal de negación-que en aquella consulta, la única en que ella me había visto, según me contó más tarde mi sobrina, yo estaba sentado en el escritorio, escuchaba a la señora contarme los síntomas de su hija y de pronto fijé la vista en la puerta de entrada y me di cuenta que los tornillos de la cerradura estaban flojos, entonces me paré destornillador en mano , fui a la puerta y aseguré los tornillos, así de sencillo-dijo riendo-La señora llamó a mi sobrina, parece que tenían la suficiente confianza y le dijo: Elisa, tu tío esta loco, le estoy diciendo lo que le pasa a la niña y me dejó con la palabra en la boca y se fue a arreglar una puerta.¿Qué te parece? Verdad que somos incomprensibles con los demás.
- Pero que bobería-dije riéndome-entonces después le pedía disculpas por lo que había dicho de usted, ¿Cómo podemos juzgar a una persona así, por tan insignificante detalle?-y agregué-Claro que usted no puede negar que es bastante fuera de lo común que un médico tenga en su oficina destornilladores y sobre todo que en medio de una consulta lo coja y se ponga a arreglar una puerta.

Ambos reímos, así era Anselmo, así eran sus anécdotas. Un hombre entre los demás, con extravagancias como todos. Él iba del profesionalismo y la brillantez a la simpleza y el absurdo; quizás si, un poco loco, pero no por ellos menos interesante. Siempre se ha dicho que los genios y los locos tienen gran parecido, y en Anselmo no sabemos hacia donde tira más la soga, pero si estoy segura de que su locura sirvió para curar a muchos, para dar aportes a la medicina y para repartir amor a los suyos y a todos los que como yo asaltábamos su reino; hoy el imperio de un solitario lleno de recuerdos y abierto al dolor y a la espera paciente y silenciosa de un día tras el otro, cuando ni las preocupaciones ni el desvelo pueden remediar el aplastante paso del tiempo. Su espíritu alerta y vencedor es su mejor y único aliado. Es un hombre vivo, vivo gracias a su pasado y a la energía que despliega con la que oculta las dos únicas cosas que le aterran: su Eva, condenada y el hijo que lo olvida y de lo que él se siente culpable.


A veces lo más terrible se dice en un relámpago, parece que fuera la manera más rápida de respirar el dolor.
- El niño- repito palabras textuales de Anselmo, quizás sea la mejor forma de ponerlo-era la bendición del amor para Eva, llegó a los dos años de estar casados, ya la situación económica nos permitía algunos lujos, así que lo esperamos con ilusión, colmándolo de todas esas tonterías que tanto necesitan los niños y las madres. Desde su nacimiento constituyó la única preocupación de mi mujer; dejó de trabajar y se consagró a él, a mi a veces me parecían excesivos los cuidados, los mimos-bajo la cabeza, paso su mano izquierda por el poco pelo que aun le quedaba-fui débil, no me impuse y así llegó un momento en que Tito, así le llamábamos, le gritaba a su madre como al perro de la esquina. Conclusión-dijo levantando la cabeza ahora y mirándome a los ojos-era un malcriado, consentido y vanidoso. Entonces quise coger las riendas pero ya era tarde- sacó un pincel y se puso a limpiarlo-Cuando se casó por primera vez, decidieron vivir en la casa de los suegros y yo me sentí aliviado, pero el matrimonio no le duro mucho y recaló de nuevo en casa y con una hija que él pretendía quitarle a su esposa; aquí empezaron, bueno más bien se marcaron los problemas- su tono cambió y sus ojos se llenaron de lágrimas-Yo había notado que la salud mental de Eva no era la misma, al principio sólo era una perdida de memoria casi imperceptible y yo creí que ella necesitaba descanso, además como me parecía muy injusto que mi hijo pretendiera quitarle a su ex esposa la hija de ambos, me opuse y Tito se rebeló, creo que era la primera vez que le negábamos algo; se volvió grosero con todos y su madre, las madres siempre permiten el chantaje sentimental, se puso de su parte-ahora él se levantó para coger una madera que se disponía a pintar-Al final no pudo quedarse con la custodia total de la niña, pero pese a que le expliqué que me preocupaba la salud mental de Eva y que ella no estaba en condiciones de cuidar niños, él la convirtió en la nana de su hija y la traía cada semana los viernes por la noche y nos la dejaba, porque el su fin de semana lo tenia que disfrutar y la mayoría de estos ni se aparecía hasta el domingo por la noche en que recogía a la niña para devolvérsela a su madre. Yo todavía trabajaba en el hospital y en muchas ocasiones Eva se quedaba sola con la nieta.
- Perdone que le interrumpa, ¿ya Eva estaba enferma?- le pregunté porque en realidad Anselmo parecía hablar solo, creí que se había montado en la nube del recuerdo.
- Si y no, ella no estaba por supuesto como ahora, pero aunque yo desconocía lo que tenía; ya por momentos perdía la coordinación, la memoria, tenía baches, lagunas, la mente se le quedaba en blanco y no recordaba que estaba haciendo y estaba renuente a ver a un especialista y temía que fuese un tumor, ya habíamos tenido una experiencia con una de mis cuñadas, nada que se parecieran los síntomas, pero hasta los médicos somos aprensivos cuando de los seres que amamos se trata.
- Anselmo, no se si tengo derecho a hacerle sentir mal, si prefiere, me voy-esto se lo dije porque su voz se ahogaba, era evidente que él necesitaba llorar.
- No, el mecanismo del silencio no borra los recuerdos y te puedo asegurar que lastima más, pero mucho más, cuando los roemos a solas. Hablar es como escapar a una tortura, es darle alas y aunque no quepa el olvido, cuando vuelan nos habitan menos.
- Entonces me alegro de poder escucharlo- dije feliz de ayudar.
- Una tarde, un sábado, volvía yo de la guardia en el hospital; ese día fue decisivo, en el portal estaba la niña sola, entre buscando a Eva, algo me decía que debía temer- bajo la cabeza de nuevo-Encontré a mi Eva en la cocina, sentada en el suelo, jugando con su propia mierda, si, -dijo levantando el rostro- no me mires así-se puso de pie y agitó las manos compulsivamente- Si, jugando con mierda-repitió exaltado-Le grité, me miró como si no me viera o no me reconociera. Entonces decidí jubilarme, al día siguiente fuimos al especialista, empezaron la pruebas, los análisis, aquello fue brutal porque Eva sólo perdía la noción por momentos, una hora o dos, pero se daba cuenta de que algo le pasaba y me preguntaba si se estaba volviendo loca- Anselmo rompió a llorar con un llanto tan desgarrador como si todos los años de silencio brotaran a través de aquellas lagrimas, yo le abracé.
- Se me ha hecho tarde, mejor seguimos mañana- le dije caminando hacia la puerta después que él se había serenado, en realidad ya no resistía más, no podía dar verdadero consuelo y me sentía inútil; escape, escape dejándolo solo.

*


La vida de Anselmo en principio no había cambiado en nada, al menos aparentemente, pero la mía si. Había cogido tan en serio mi papel de dama de compañía de este hombre, que mis amistades no me veían, me sentía tan comprometida con él y tan impotente, que sentí que me iba a enfermar. Nunca había hablado con alguien de esto, pero lo necesitaba. Era tarde cuando salí de casa de Anselmo, me sentía aturdida; caminé no se cuantas cuadras e inconscientemente llegué a casa de un amigo. Debo de haber tenido una expresión de dolor, de angustia en mi rostro porque Luis en cuanto me vio entrar me preparó un café y muy asustado me preguntó que me pasaba. Yo sin medir palabras y a tropel le relaté todo, en detalles o de un golpe, no sé, sólo sé que Luís se preocupó.
- Vamos Gloria, serénate, lo que me cuentas es alarmante, pero es el pasaje de la vida de alguien más, no es la tuya. Debes alejarte de ese señor-concluyó- ¡Que fácil!, pensé yo.
- Pero, tú estas loco, él me necesita- le dije a gritos.
- Pero después tú vas a necesitar un médico-replicó.
- No-fue todo lo que pude responder.
- Escucha-dijo tomándome por los hombros-él te puede necesitar, como tú dices, pero tú no puedes tomarlo a la tremenda, analiza, ese hombre vivió su vida, con alegrías y penas; con la mezcla de blanco y negro que tiene la vida. Su final es triste, si, es cierto, tú puedes hacerlo más agradable con tu cariño y tu compañía, pero no eres responsable de nada y sufrir el dolor de otro no es aliviarle- ahora me abrazó-Nada sabemos de nuestro mañana y al igual que él se hizo día a día su presente, mirando al frente, con firmeza, buscando la luz, tú harás el tuyo. No hurgues más, será como él dice que hablar es menos doloroso que callar, pero la lengua también es daga y cada palabra es una nueva grieta en la herida. Ya sabes todo lo que podías saber.
- No-protesté-él no ha acabado su historia.
- Bueno, has como quieras, yo lo que te aconsejo es que lo sigas viendo como a un amigo. Tú y yo lo somos hace tiempo y nunca nos ponemos ha hablar de cosas tristes a menos que sea estrictamente necesario. Cada dolor tiene la dimensión del corazón-dijo besando mis mejillas.

Las palabras de Luís me hicieron verlo a él de modo diferente, resulta curioso pero hasta ese día no sabía cuanta ascendencia tenía Luís sobre mi. Salí de su casa reconfortada, libre.

jueves, 1 de abril de 2010

OBJETOS PARA ENCONTRAR UNA HISTORIA IV

El apacible licenciado León endureció el rostro, me miro fijo a los ojos, su mirada más que una pregunta era un reproche, respiró profundo como quien toma aliento, como el que trata de recuperar la ecuanimidad.
- Señorita, lamento no poder ayudarla, tengo mucho trabajo y su consulta esta fuera de mis posibilidades.
- Gracias de todos modos licenciado, pero dígame, ¿su padre es un mal hombre?
- Mi vida personal no es de su incumbencia- dijo abriendo la puerta.
- Tiene razón, buenas tardes- me despedí.
Casi nada había sacado en limpio, sólo que en efecto los aborrecía; quise ser imparcial, me fui a ver a alguien que los conocía desde hacia muchos años y quien indistintamente trataba a todos sin intromisión en el asunto: Miguel León, el hermano menor de la prolífera familia León, jamás le había visto más que en fotos, pero sabía por Anselmo que siempre había sido un hombre muy familiar, atento a las tradiciones y agradecido por la ayuda que Anselmo le dio en su juventud, nunca faltaba a su cita familiar con su hermano cada quince días, generalmente lo hacia en domingo y en su invariable recorrido, pasaba dos horas en el garaje con Anselmo y después le hacia una corta visita a su sobrino.
No teniendo más datos de este personaje, lo esperé un domingo a la salida de la casa blanca de Lawton, donde la curiosidad me abrió las puertas para encontrar a mi personaje favorito.
- Señor León- le abordé- perdone mi atrevimiento, pero quisiera hablar con usted.
- Usted dirá- me contestó.
- ¿Le molestaría si nos sentamos en el parque de la esquina?-le propuse.
- Como usted guste, me intriga usted.

Ya la primera impresión era buena, un hombre caballeroso y educado, además de discreto.
- Le escucho- dijo una vez sentados.
- Sé que le sorprenderá el tema, pero ante todo quiero que sepa que soy amiga de su hermano, que le admiro y le aprecio, es por eso que me preocupa su soledad y la absurda relación que mantiene con su hijo.
- Se quien es usted, Anselmo me ha hablado de su amistad y por lo que me acaba de decir sus sentimientos son recíprocos, pero le advierto jovencita que en cuanto a mi sobrino, no hay nada que hacer.
- Yo quisiera ayudarlo a reconciliarse con su hijo-le expliqué.
- Le diré que no me siento capaz de juzgar a nadie y mucho menos a mi familia, en el caso específico de mi hermano creo que es un hombre ejemplar, amante de su carrera, dedicado, entusiasta; su esfuerzo en la vida le premió con un reconocimiento profesional, un hogar lleno de amor, pero querida joven, las enfermedades son imprevisibles, la de su esposa desarmó a Anselmo de todo su espíritu y yo diría que rompió en él, el leve cordón que une a la razón con el mundo irreal, en el que a veces es preferible vivir, para escapar de todo lo sucio que nos rodea-Miguel León era un filósofo, analizaba la vida como el que sólo la contempla desde afuera-para mi eso le paso a mi hermano. En cuanto a su hijo, ¿usted lo conoce?-me preguntó.
- Le confieso que fui a consultarle sobre mi vocación nada más por conocerlo y me pareció un hombre normal, pero un hombre que aborrece a sus padres.
- Si, eso no se puede negar. Fue complacido y malcriado en grado tan superlativo que hicieron de él un engreído que cree merecerlo todo y nada que signifique entorpecer su tiempo y su tranquilidad puede formar parte de su vida. Es un caso en el que el exceso de amor y sobre protección hizo un daño del que ya usted conoce las consecuencias.
- Pero, ¿Cómo es posible que no sienta tan siquiera piedad por su madre en el estado en que se encuentra?- protesté.
- Quien no conoce la escala de valores, quien no sabe el peso, el precio de un hogar, de unos padres, quien no sabe amar; no sabe de ningún otro sentimiento. Es un indolente-concluyó.
- Pero el tiene hijos, esposa, ¿no les ama?
- Si, a su manera y les amara mientras sean la imagen que él se creó.
- Es inconcebible- volví a protestar.
- Empecé diciéndole que no se podía juzgar, pero me expresé mal, en realidad no se puede tratar de comprender los extraños mecanismos de los seres humanos. Usted aprecia a Anselmo, déle su compañía, ayúdelo con su comprensión, es todo lo que puede hacer- me aconsejó.
- Pero, ¿ha hablado usted con su sobrino?- yo me resistía a que aquello no tuviera solución.
- Hablé cuando todo esto empezó, hace años.
- ¿Cómo empezó?
- Yo diría que desde que era un adolescente, pero en realidad cuando su madre se enfermó fue cuando el reaccionó de esta forma.
- Claro-dije indignada-cuando los viejos comenzaron a ser un estorbo.
- El amor es un sentimiento, pero saber amar es un arte y no todos podemos ser artistas. Me ha dado un gran gusto conocerla-dijo poniéndose de pie extendiéndome la mano- ojala nos volvamos a ver.

70 Años

  Arribo a la década siete siete escalones del aprendizaje siete mares recorridos siete.   Y setenta son muchos, o quizás son tan pocos porq...