domingo, 20 de julio de 2008

Laberinto

LABERINTO

I

La Habana, la ciudad de los soñadores, de los cazadores de ilusión. La Habana de noche es un lugar distinto, de día el calor arde y el ruido nos marea, de día el cielo nos ilumina con la bendición del sol y la noche es oscura y melancólica; algunas calles representan un internacional burdel, otras el llanto de un bebé a quien su madre trata de dormir entre las tinieblas de un apagón; la ciudad se transforma en el país de los sueños, en la viñeta de las ilusiones,¡Qué Dios bendiga a nuestro país!, suena en cada calle como un silente clamor. Mi Habana ¿En qué te han convertido?, Mi linda y alegre ciudad de tambor y baile, de guitarra y canción, mi hermosa Habana, la más grande en mi corazón.
La ciudad de la Habana, tomó su nombre de quien fuera jefe del cacicazgo que se extendía desde el pueblo que hoy llamamos Mariel, hasta la hoy conocida por Provincia de Matanzas; HABAQUANEX. Ese era su nombre.
La Habana, que fue titulada ciudad en 1592. La Habana, que se convirtiera en la capital de la isla en 1607. La Habana, la mayor capital centroamericana y antillana. La Habana, que fuera la llave del nuevo mundo. La Habana, la más importante base de ultramar en el siglo XVI. La Habana, la ciudad que comenzó en el siglo XIX a expandirse fuera del sector amurallado que le sirvió de marco por más de 2 siglos. La Habana, que baila en el día con la brisa musical y el calor de su brillante sol. La Habana, que te emborracha al ritmo de su aguardiente y su son.

La Habana de noche, es una ciudad distinta.
La ya famosa jinetera que atraviesa las calles sin mirar porque lo que busca es el dollar estadounidense, el chico que se prostituye porque en su casa necesitan comer. ¡Cuánta miseria acumula esa noche tropical que deambula por mi Habana!

Y este bendito muro guarda tantos recuerdos, tantos besos de enamorados; un muro compacto que, tanta resaca ha sufrido, firme ha visto atropellos, desfiles de esperpentos escandalosos rasgándose las vestiduras por envidia o enojo, botas sucias manchando este hermoso, e inigualable país, verdes uniformes desmoronando este suelo que, de ardiente llama de prosperidad a reducidas cenizas ha llegado. Esto y mucho más representa nuestro muro del Malecón.
Este balcón al mar se fabricó con el sudor de muchos hombres que gracias a esta construcción llevaban el pan de cada día a sus hogares. Su extensión es finita aunque los ojos no ven el fin, empezando en La Habana Vieja, este muro se extiende desde la antigua Lonja del Comercio hasta el Torreón del restaurante que lleva por nombre 1830, en el Vedado, uniendo así en ayer y hoy los dos extremos de la ciudad de La Habana. Recorriéndolo cambia el paisaje ante nuestros ojos; desde edificios antiguos, monumentos históricos, parques de amplias plazoletas, museos coloniales, hasta llegar a las proximidades del Vedado, zona más moderna. En este trayecto el muro se interrumpe unos metros por la construcción de La Punta, edificio que fuera fuerte español en el siglo XIX y justamente ahí es donde se rompe con lo antiguo, para encontrarnos con edificios de cristales, desde donde la vista de este muro parece el fin de un abismo, desde donde se ven golpear las olas contar sus arrecifes y la espuma que produce nos envuelve con fuerza.
Justo antes de llegar a la calle 23 del Vedado nos encontramos con un extraño contraste: civilización y modernismo al lado de uno de los hoteles más antiguos de la ciudad: El Nacional, una alta colina rocosa que aun conserva viejos y herrumbrosos cañones y en la cima, el edificio de estilo español. Un poco más adelante estuvo el monumento al Maine, barco cuya explosión dio inicio a la guerra entre españoles y norteamericanos. En el tope del monumento se erguía majestuosa el águila americana, hasta que la derribaron, ahora sólo quedan los pilares tallados. Y al final de esta avenida que de un lado guarda el decursar de los años y los cambios que esto conlleva y del otro la firmeza, la solidez de esta muralla que da al mar; un torreón en forma tubular con dos plantas de pisos de madera y paredes rocosas, algo sumamente primitivo convertido en un acogedor restaurante-bar. Aquí se termina el muro; hemos recorrido 4 siglos que van desde el colonialismo al comunismo, para esto también sirve este muro que data de tantos años. Cuantas manos pusieron las piedras que hoy te hacen fuerte, son pocas las que hoy aun te pueden tocar. Para cuantas cosas has servido, sin ser milenario, cuanta historia guardas.

70 Años

  Arribo a la década siete siete escalones del aprendizaje siete mares recorridos siete.   Y setenta son muchos, o quizás son tan pocos porq...