-
Usted es un gran nadador- decía el señor Lujan.
-
No tiene gracia, es mi profesión- respondió el aludido-
este coral es para usted señora Luján, espero que le guste.
-
Muchas gracias, es precioso, ¿vendrá usted esta noche al
club?
-
No señora, ustedes están de luna de miel, que la
disfruten solos es lo justo. Pero nos veremos mañana, saldremos en el yate, vendrán
también los Parna y el doctor Duval- decía Lino despidiéndose.
-
Hola cuñadita- saludo Pedro
-
Hola Pedro.
- Supongo que estas van ha ser una felices vacaciones, ¿no?-
dijo él irónico.
-
Lo serán, pero no sé por qué empleas ese tonito tan
chocante.
-
Ayer vi a tu amor.
- No quisiera discutir contigo, así es que si vas a empezar-
dijo levantándose- me voy.
-
Si, soy tan fatal que se muere mi hermano y todavía te
quedas con el doctor Duval.
-
No hables sandeces- dijo ella saliendo de la biblioteca.
Los días en Costa Azul eran intensamente azules, soleados, con una brisa
tropical que invitaba a cualquier cosa menos a pensar o ha calentarse la
cabeza con preocupaciones. No obstante,
no todos los veraneantes disfrutaban a plenitud de este hermoso lugar y sus
encantos.
-
Roberto, estoy realmente alarmada- decía con verdadera
angustia en la voz la señora Solís.
-
Ya lo veo, lo que no veo es el motivo para tu estado de ánimo-
respondió Roberto Duval.
-
Mi marido esta extraño, nervioso, irritable. Nuestra relación
siento que se resquebraja y no sé el por qué. Por otra parte mi cuñado con sus
insidias me pone en una situación difícil. Tengo miedo- declaró.
-
¿A qué le tienes miedo?
-
Tengo miedo a perder mi matrimonio, a que ocurra...
-
Vamos Luisa, por favor, no seas niña, realmente pensé que
ya habrías crecido. Tu marido es un hombre de negocios y los hombres de negocio
son siempre neuróticos y tu cuñado es un amargado. Pero todo eso tú lo sabías
antes de casarte- ahora cambiando el tono la miró a los ojos- Yo no he dejado
de amarte nunca, comprendo que en aquel momento no actué como debía, pero no me
resigno a perderte, por eso estoy aquí.
-
Caramba, que linda parejita-decía Pedro interrumpiéndolos.
-
Bueno días Pedro.- respondía Luisa.
-
Si, veo que han de ser muy buenos para ti, despertar y
ver a tu-dijo suspirando-¿Cómo debo llamarlo?
Luisa se levantó de la arena, llamó a los niños que jugaban haciendo
castillos y se fue para el hotel sin decir palabra y sin seguir oyendo.
*
Otros sin embargo gozaban del mar y liberaban sensibilidades y emociones.
-
Nada como el mar y pasear en un yate, recorrer esta
inmensidad-comentaba el señor Llanes.
-
Hay algo todavía superior; penetrarlo-respondía Lino.
-
Pero eso está bueno para su edad joven- dijo Llanes.
-
No lo crea- dijo el arquitecto Lujan- yo por nada del
mundo me metería a esas profundidades como lo hace este hombre.
-
¿Hoy no va a bucear?- preguntó la señora Luján.
-
Si, pero esperaba que alguien me acompañara- respondió
Lino.
-
Hágalo, no espere compañía- dijo riendo Luján.
-
Si, acá nos acompañaremos en una partida de
jaibol-concluyó Llanes.
-
Cada persona es un mundo- comentó la señora Parna.
-
Es cierto- contestó la señora Luján-y por cierto, no venía
también el doctor que les acompaña a ustedes.
-
Si, pero es que los hombres por lo general se apasionan más
por las diversiones femeninas, ¿no ve usted a mi marido?- dijo con ironía la
señora Parna.
-
No le entiendo- contestó la señora Luján.
-
Si, mi joven amiga- dijo ahora con una velada sonrisa-las
damas, me refiero a que mi esposo está jugando a las damas con la señora
Llanes.
No hay dudas, entre gente civilizada las cosas suceden con tanta sutileza
que, algunos ni por aludidos se dan y en este caso el señor Llanes demostró ser
uno de los más civilizados.
*
-
¿Qué haces aquí Tony?-preguntaba Cary al entrar en la
sala de juegos.
- Deja las cortinas corridas-protestó Tony-no ves que la
claridad me ciega.
-
Vaya que fue una noche movidita ¿eh?- le comentó Cary.
-
Para ti no sé; para mi fue demasiado movidita-dijo él
riendo.
-
Ya veo, ¿es qué no fuiste a tu cuarto?
- No, en la madrugada me tocó hacer guardia en la sala-
contestó burlón.
_ Dime Tony-dijo ella bajando la voz- en tu paseo nocturno,
¿no te encontraste con la gerente?
-
¿Con la señora Torres?- recalcó él- No, oye, acaso ella;
no, no puede ser. Esa no sabe vivir.
-
Pues mira que anoche, ya tarde, la vieron estos ojos
subiendo de la playa muy acaramelada; entró por el fondo y el hombre, al que no
pude distinguir subió por el frente. ¿Qué te parece?
-
Te lo creo porque eres muy hablantina, pero nunca dices
mentiras, en realidad, me parece imposible, ¿Quién será el galán?
-
¡Ah! No, eso no me atrevo a decirlo, te digo que no pude
distinguirlo bien, y puedo estar equivocada.
-
Vamos, no te hagas de rogar, dímelo- le insistió él.
-
Solís- dijo ella con un susurro.
Alina Guzmán regresaba de su carrera mañanera, tenía el rostro encendido,
se tendió en la arena, a los pies de la silla en que estaba sentado su padre.
-
Vienes cansada, ¿hasta donde corriste?- le preguntó él.
-
Hasta allá- dijo ella señalando la hilera de Pinos que bordeaban la ensenada- amanecí tan agotada de pensar que, he corrido más de lo
acostumbrado, es mi remedio para no pensar papá- le explicó.
-
A tu edad y sin preocupaciones, no entiendo, ¿qué puede
hacerte pensar tanto?
-
¿Será posible que seas tan ciego papá?, ¿es que no te das
cuenta de lo que Luisa le está haciendo a Luís?
-
¿Luisa a Luís?- dijo él extrañado-¿no será al revés?
-
¿Es que no has visto al doctorcito ese que fue su novio o
yo no sé que de ella?
-
Si, lo vi. ayer, pero no veo nada malo en eso, esto es un
lugar público.
-
Si, pero es que desde ayer no se separan- replicó ella.
-
¿No será que Luís la deja demasiado tiempo sola?
-
Papá- protestó ella-¿Cómo es posible que la defiendas?
-
No es defensa hija, sólo que Luís- Guzmán hizo una
pausa-en fin, son cosas de matrimonio en las que ni los más íntimos deben
intervenir.
-
¿Insinúas que hay otra mujer?- preguntó ella
desconcertada.
-
Hija, ocúpate de tus cosas, ¿quieres?
-
No, no quiero, dime lo que sabes.
-
Esta bien, siempre ganas, pero conste que no sé nada. Sólo
me parece incorrecta la amistad de Luís con la señora Torres, sólo es eso.
-
¡La gerente!- exclamó ella- a eso debe de haberse
referido Pedro. Era lo único que me faltaba- protestó.
*
-
¿Qué sucede?- preguntaba Carlos a Cary.
-
Pero, ¿no sabes nada?- preguntó ella a su vez.
-
¿Qué es lo que debo saber?, acabo de llegar- dijo él.
-
¿Dónde estabas?
-
En la playa, ¿no sabes que todas las mañanas antes de
empezar mi turno de trabajo voy al mar a nadar?
-
Si, es cierto; pues imagínate que la señora Solís encontró
a su esposo muerto- declaró Cary.
-
¿Qué?, es una broma tuya, ¿no?- contestó él alarmado.
-
No, no es ninguna broma. El comandante Ruiz viene para acá,
prepárate que todos debemos estar en la sala de juego para cuando él llegue.