Apagó todas las luces del
apartamento, su vista repasó lentamente la habitación; cada pintura famosa, sus
muebles de estilo español y desde el umbral del cuarto, a través de las
ventanas, el mar. ¿Qué mar era este?, no importaba si sus olas le golpeaban como
su propia soledad. Los arrecifes rasgaban sus pies, abriendo cada vez más la
herida del tiempo. Los arrecifes que, son un reto al tiempo, así había pensado
y como ellos quiso ser.
Años sin detenerse a hacer
cifras, años de intensa y frustrada vida. Vida, lo que ella hizo de sus días.
Días, sin saldo.
Cuando su mirada aún tenía
reflejos de marionetas y sus manos se movían con los vivos colores de la
acuarela, se mudó a este apartamento. La primera vez que cruzó su puerta fue
invadida de amor, con destellos azules que terminaron al caer la primera
tormenta y tras la oscuridad que le cegara, decidió no dejar jamás sus noches
vacías.
Cayeron los años como caen las
estaciones, uno tras otro, sucediéndose siempre, devastando almanaques,
alimentando edades y arrugas. Cada amante una entrega, cada entrega una nueva
pasión; quemando día a día ilusión y temor. Vivir sin prisa agitando al mismo
tiempo, descorriendo cortinas de deseo, vibrando nota a nota la canción. Vistió
sus noches de trigo o regalo besos a un argentino. Contempló a saciedad la
silueta del varón, fuerte y erguido. Jugo al amor sin amar. Cada nueva cita
ella regocijo su alma y su corazón; esperanza, espera o desesperación. ¿Qué
buscaba? Quizás su destino, su motivo, su sueño, su ideal, pero ¿Cuál?
Ya al final, su vida acabada,
aún con muchos años por vivir, pero encanecida el alma; conectaba en su memoria
activa una cinta pregrabada de quejidos y lamentos, graduaba su cintura a ritmo
de excitación y todos sus músculos suaves y relajados cambiaban de posición,
según le guiara la mano de turno.
Para que después el vacío se
precipitara sobre ella, el absurdo silencio de los sentidos, el enajenante
ruido de moscas que agitaba en su cabeza. Todo esto ocurría mientras
lentamente, con pasos imperceptibles llegaba el sueño. No podía pensar, ni
podía impedir las imágenes que le llenaban. Quizás si al menos sonara el
teléfono, aunque fuera un equivocado; algo que la sacudiera, tan siquiera un
trueno. Pero la noche era plácida de estrellas y el silencio la seguía
golpeando.
Y quien podía imaginar todo
esto cuando la viera a la mañana siguiente, con la suavidad de una gaviota
emprender vuelo surcando su ruta, sonriendo con gracioso mohín y entonando
melodías. Su rostro radiante, gráciles sus gestos, dulce, pegajosa y hasta
frívola su voz. Cada día la búsqueda, la incesante, la inacabada.
-
¿Crees que encontrar es lo que
me sucedió anoche? - preguntó alterada.
-
Gustavo es un hombre demasiado
mayor para ti, eso ya lo sabías- respondió su amiga.
-
Sí, pero lo que no sabía yo es
de las aberraciones sexuales que adolece- trató ella de explicar a Miriam, su
única amiga y quien no creía en su búsqueda infinita- Adorablemente suave, sus
músculos son duros, sobre todo para su edad, sus juegos excitantes, pero ¿sabes
lo que me pidió?, masajes prostáticos.
-
Es que tú te acoges a todos
los troncos, así tienes que encontrar una gran variedad de maderas y desde
luego todas no arderán igual. Espera- le aconsejó Miriam.
-
La vida pasa demasiado veloz,
no se puede perder el tiempo, sabes que no me gusta perder ni un minuto, ni tan
siquiera durmiendo de más- le replicó ella- La vida no es más que una época de
tránsito, por tanto, vale la pena vivirla plena de emociones y experiencias.
-
No se debe agotar así la
juventud- señaló Miriam- Recuerdo que con esa frase terminé la conversación el
día de tu divorcio, mira que han pasado algunos, cuantos años ¿eh? - ambas
rieron.
-
Prohibido hablar de años-
enfatizó ella.
-
Ya ves como da vueltas la
vida- dijo Miriam.
-
Más bien, como nosotras damos
vueltas en la vida- contestó ella con un tono de melancolía en su voz.
-
Tú te precipitaste,
emprendiste una carrera contra reloj, como si el tiempo se te fuera a acabar.
-
Y el tiempo se me acaba-
repuso ella.
-
Creo que aún estas a tiempo.
-
Querida, he de recordarte que
el tiempo no es otra cosa que un invento humano, por lo que es capaz de
destruirnos, ya sabes, el hombre tiende a su auto destrucción.
-
No me vengas con ese
existencialismo pasado de moda y retrogrado. Hoy en día sabemos que la
corriente de pensamiento que se impone es la del pensamiento positivo,
afirmaciones, visualizaciones, y una gran fe que va desde la aceptación de que
el ser humano vino a este mundo para ser feliz, hasta la sanación por
imposición de manos y oraciones. La nueva era ya no es una teoría, lo mejor es
que hoy es una corriente activa, vemos resultados- concluyó.
-
Me voy- dijo ella
levantándose- cuando se habla demasiado también se pierde el tiempo. Sabes que
te adoro- le dijo a su amiga soplándole un beso desde la puerta.
Disfrutó el trayecto a casa
caminando por la amplia plazoleta que bordea el mar, se detuvo en un parque a
observar a los niños jugar mientras sus madres vigilantes parecían muy felices,
era una hermosa tarde azul y despejada, en la que sólo algunas nubes dibujaban
el cielo, en lo que a ella se le antojó una pintura digna de exponer en el
marco gris de su existencia.
Entró a su apartamento
despojándose de los zapatos que, tiró al cerrar la puerta. Caminó con lentitud
sintiendo la frialdad del piso de mármol en la planta de sus pies, fue derecho
al ventanal; una pierna primero, luego la otra y quedó sentada en el borde con
las piernas colgando hacia afuera.
“Esos arrecifes que me han
acompañado, serán los que me guarden para siempre”, era el sonido de su voz
interior tableteando dentro de su cabeza.
Miró al mar, aspiró
profundamente, el olor a salitre invadía todos sus sentidos; dejó que la brisa
acariciara su rostro y despeinara sus lacios y largos cabellos. Sus labios
saborearon el gusto a mar. Cerró y abrió los ojos, moviendo sus parpados,
abanicando con las tupidas pestañas sus profundos y enormes ojos color café
que, se ahogaban en lágrimas. Lágrimas que nublaban sus ojos, pero no su
visión. Con los ojos de mente podía ver la sombra de su vida. En verdad su vida
estaba llena de sombras. La sombra de su feliz y extremadamente inocente niñez,
la sombra de una adolescencia de muy corto plazo que, tras aquella violación
sólo creo una mezcla de sombras en la que quedaron danzando sus días.
Y fue sólo una sombra lo que
al vacío cayó. © Tere Núñez