En la alborada del atardecer
sólo sombras vienen a mi encuentro.
En la tertulia de las mariposas
levemente se posa
la violeta renaciente,
que delicada y suavemente
ilumina el sendero.
Los vírgenes capullos
abren el desenfreno
del órgano que sin freno
se diluye en las tinieblas.
Vaya tarde que llevamos,
vaya arrullo
que emprendimos.
Vibra la sonora fuente
que fluye entre las simientes.
Si cuando la tarde nos atrapa
nos emana el desconsuelo
de ser amapolas sin consuelo
en repique de ansiedad. © Tere Núñez