- Bien doctor- comenzó diciendo Oscar- ¿Estaba realmente enferma esta señora?- fue la primera pregunta que se le ocurrió, pues como estaban las cosas, todo era posible.
- Le diré señor...
- Llámeme Oscar, por favor- dijo terminando la frase.
- Bien Oscar, la señora Andrea Lujan desde joven fue diagnosticada con el trastorno bipolar, por si no estas muy relacionado con el termino le explico que este trastorno se caracteriza por episodios en los que el estado de animo y los niveles de actividad del paciente están profundamente alterados de forma que la alteración unas veces consiste en un estado de animo exaltado y gran nivel de actividad, fase maniaca; y en otras disminución del animo y descenso en la vitalidad y actividad, fase de depresión, según aparece en su expediente la primera crisis, al menos que fuera registrada fue en esa ocasión en que estuvo internada en la clínica del distrito montañoso, posteriormente, desconocemos si tuvo el debido tratamiento en su país, pero hace dos años volvió a ser internada en la misma clínica con una muy fuerte depresión.
- Doctor, usted la conoció cuando su primer ingreso, ¿sabe de la existencia de ese hijo?- le cuestiono Oscar.
- Permítame preguntarle Oscar, ¿Cómo esta usted seguro de estar representando al hijo de la señora Lujan?
- No doctor, yo precisamente estoy tratando de esclarecer ese vínculo, además, debo decirle que alrededor de esta investigación se han sucedido una serie de asesinatos, no se si usted leyó que el esposo de Andrea esta detenido, acusado de la muerte de su amante.
- No, no sabia, creo que será mejor que usted me acompañe a mi casa, usted y yo tenemos mucho de que hablar.
*
- Hola- contestaba Ibet.
- ¿Cómo se siente el sol?- era la voz de Oscar al otro lado del teléfono y del mundo.
- Oscar, que bueno oírte, ¿cómo estas?
- Bien, nunca mejor que ahora- su voz sonaba no solo alegre sino más bien satisfecha.
- Parece que tienes buenas noticias- le respondió Ibet- ya tienes la confirmación de que Tony es el hijo natural de Andrea- afirmo ella.
- Como de costumbre saltas a conclusiones precipitadamente y – hizo una pequeña pausa- estas equivocada.
- No, esta vez no me engañas, tu voz dice que algo muy bueno encontraste.
- Eso si es verdad- confirmo el.
- Entonces
- Entonces estoy de regreso en un par de días, ¿puedes tratar de contactar a Tony?
- Por supuesto.
*
El timbre del teléfono despertó a Ibet, en este caso se sintió muy aliviada pues estaba soñando que la perseguían y se encontraba al final de un callejón, un inmenso muro de piedras era lo único que tenia enfrente y estaba a punto de ver la cara de aquel sujeto, el timbre seguía insistente y a tientas cogio el auricular.
- Amor de la jungla- era la voz de Oscar.
- Oscar, ¿eres tú?- preguntó.
- Si, ¿no te alegra?
- Claro- dijo mirando el reloj que estaba sobre la mesa de noche- a esta hora, ¿Quién otro podía ser?- eran las tres de la madrugada.
- Sabia que te pondrías feliz, ven a buscarme, estoy en el aeropuerto y no tengo un peso- le tiro un beso y colgó.
*
Aquella tarde después que Oscar dejó la carta terminada sobre el escritorio de Ibet, se reuniría con ella en su casa, ella estaba ansiosa, consternada y desesperada, como siempre por saber. Oscar había llegado dos días antes y casi no se habían visto, aquella madrugada en que el llegó le pidió que le llevara a su casa pues necesitaba descansar, no quiso oír sus preguntas y no le contó nada en referencia a su viaje. Después sólo alguna que otra llamada, pero él había estado muy ocupado con la policía y a fin de cuentas lo único que había logrado saber era que, tanto Tony como el señor Lujan serian juzgados y les esperaban muchos años de cárcel.
- Cuéntamelo todo- dijo ella en cuanto le abrió la puerta de su apartamento.- ¿cómo es eso de que Tony mató al sacristán?, ¿Cómo que también la hermana del sacristán esta detenida?
- Calma, calma- contesto él.
- ¿Cómo me pides calma? Casi seis meses en este trajín y resulta que no sé nada- le reprochaba ella.
- Bueno mujer, te contaré- dijo Oscar comenzando el relato- cuando me entrevisté con el doctor Dapue me enteré de que él era el padre de Tony, pero no del Tony que nosotros conocimos, sino del verdadero Tony.
- ¿Cómo esta eso del verdadero Tony?- interrumpió ella
- Ibet, por una vez ¿podrías permanecer en silencio y escuchar?, te aseguro que todo te quedará aclarado una vez que me escuches- ella sonrió y se calló.
- Como te decía este médico le pagó por años al sacristán por su silencio.
- Esos son los pagos que la policía encontró en el cuarto del sacristán- dijo ella terminando la frase.
- Ahora si acertaste- afirmo él.
- Pero, ¿Quién es Tony?
sábado, 28 de agosto de 2010
jueves, 12 de agosto de 2010
ANDREA BIEN MERECE UNA MISA V
Ibet llegó a casa de Oscar realmente asustada, su semblante siempre sonriente, su vivaracha mirada, el chispeante brillo de sus ojos, todo había desaparecido.
- ¿Qué te sucedió?- preguntó Oscar alarmado por la palidez que ella mostraba. Ella se le abrazó.
- Tengo miedo- susurró.
- Pero, ¿qué te pasa?- volvió el a preguntar.
- Michelle se suicido- dijo ella.
El no respondió.
- ¿Entiendes qué es esto?- preguntó ella con lágrimas en los ojos- me parece que esto lejos de ser una herencia es una serie de funerales. No me gusta esto Oscar.
- ¿Qué no tenias un felling?- dijo el burlón.
- No juegues, que esto es muy serio- le respondió molesta.
El reflexionó por unos instantes.
- Ibet, tienes razón, esto está muy feo, pero ya no hay remedio, además me atrae enormemente, tengo que llegar al meollo del asunto, hagamos una cosa, coge vacaciones hasta que todo esto termine.
- ¿Estas loco?- exclamó ella.
- No quiero que te arriesgues- explicó él.
- De eso nada, aquí no hay más que dos, pero como los mosqueteros- dijo ella reanimándose-Mira- dijo entregándole el papel que había firmado la hermana del sacristán.
El lo leyó y dijo:
- ¿N o sabrá esta mujer algo sobre la estancia de Andrea en Suiza?
- ¡Aja!, esta vez me adelante. Claro que sabe- Ibet respiró profundo-Oscar, ¿no tienes algo que tomar?
- Si, lo que quieras, pero habla, ¿qué es lo que esa mujer sabe?- insistió él.
- Ella me contó que durante los meses en que acompañó a Andrea durante su embarazo, esta le contaba a ella de los premios que había ganado en Suiza en competencias de esquí.
- ¿Y?
- Nada más- dijo ella decepcionada.
- ¿ Esa mujer no sabe quien es el padre de Tony?- preguntó él
- No, pero eso quiere decir que Andrea había estado en Suiza antes de su embarazo, por lo tanto quizás, solo quizás, el susodicho padre puede ser alguien que ella conoció allá, y hasta quizás quedó engendrado allá- dijo ella como pensando en voz alta.
- No, no es tan descabellado, lo único es que según el médico ni siquiera Andrea sabía quien era el padre de su hijo- reflexionó Oscar.
- Eso no puede ser, a menos que nuestra Andrea halla sido demasiado promiscua- respondió ella.
- No, el caso es que según este doctor Laurente, Andrea sufrió de amnesia.-explicó Oscar.
- ¿Amnesia?- repitió ella poniendo francamente en duda lo que estaba escuchando.
- Como lo oyes, Laurente me llamó hace dos días atrás para decirme que había encontrado en su casa el expediente de Andrea, que si bien no me lo podía mostrar si podía decirme que el nombre del padre no figuraba porque la señora Lujan había sufrido un proceso de amnesia post parto y que si en algún momento había recuperado la memoria en lo referente al padre de su criatura él no lo sabia.
- ¿Dónde has estado durante todo el día?- le reclamó él cuando ella se apareció a las tres de la tarde a la oficina.
- Pues de lo más entretenida, te presento a Miriam, la muchacha que trabajó para Andrea- contestó Ibet señalando a su acompañante.
Él la saludo con un movimiento de cabeza y volviéndose de nuevo a Ibet.
- Dime-insistió.
- Esta niña- dijo refiriéndose a Miriam- se encontró una muy curiosa carta-dijo entregándole a Oscar un papel.
El leyó en silencio, caminó por la habitación, encendió un cigarrillo y se volteó diciendo:
- Me voy, ocúpate de todo, voy a estar unos días fuera.
- Espera, ¿no te interesa saber donde estaba yo?- le preguntó ella.
¿Es importante?
- Estaba con la policía.
- ¿Por qué?
- Pues porque esta muchacha le dijo al inspector que me contó a mi todo lo que ella pensaba del supuesto asesinato y además le agregó que yo había estado en la casa averiguando de Andrea.
Él se sentó.
- ¿Y ahora?- preguntó.
- Nada, yo le expliqué a la policía la investigación que estábamos llevando a cabo y le conté lo de la muerte del sacristán y ellos quieren hablar contigo.
- ¿Es todo?
- Si
- Me parece bien, ahora iré con ellos. Tu sácame pasaje para Suiza esta noche o a más tardar para mañana en la mañana. Después te veo- dijo despidiéndose.
Ibet llevaba tres días pendiente al teléfono, le desesperaba no tener noticias de Oscar y cada vez que sentía el timbre salía despedida a contestar. Era domingo en la mañana y no había salido a desayunar, esperando la llamada. Esa mañana el ringar constante la mantenía alerta, pero solo eran llamadas de familiares o amigos. Ahora sí, había pensado a la novena vez de tomar el auricular.
- Hola- respondió al llamado.
- Buenos días- era Oscar a otro lado de la línea.
- Al fin, ¿por qué me has hecho esperar tanto?, ¿donde estas?, ¿resolviste algo?- preguntaba ansiosa.
- Ibet, déjame hablar- dijo en tono enérgico Oscar y ante el silencio continuó- Estoy donde sabes, no te había llamado porque no tenia noticias y aunque no he resuelto nada, al menos me he entrevistado con varias personas del hospital mental donde estuvo recluida Andrea y he sabido que estando ella en el centro de esquiar le dio una crisis nerviosa y la recluyeron por unos meses, de lo que no aparece registro es de que halla estado hospitalizada recientemente. Necesito que me averigües si hay registro de su embarazo allá, pues aquí no aparece nada.
- Claro, lo haré-respondió ella- pero dime una cosa, ¿nadie la vio por Suiza en los últimos tiempos?
- No, aquí la recuerdan algunos, pero cuando era joven. Habla con el doctor Laurente, con la hermana del sacristán y si es preciso con el marido de Andrea. Te llamaré mañana en la noche.
- Lo haré, no te preocupes, ¿Y tú que harás?
- Mañana te cuento, By- dijo el finalizando la llamada.
*
- Buenos días-dijo Oscar en la recepción de la clínica.
- Buenos días señor, ¿en que puedo ayudarle?- le contestó la amable recepcionista.
- Mire joven, yo quisiera hablar con el director de la clínica- pidió él.
- ¿Tiene usted cita?
- No señorita pero me urge hablar con él, yo sólo estoy de paso, me marcho esta noche y antes quisiera concertar un negocio con el doctor Antón Dapué- dijo Oscar entregándole su tarjeta.
- Tome asiento señor- contestó ella levantándose.
Oscar obedeció a la muchacha y se sentó en el salón de espera, en el cual permaneció por casi una hora, ya empezaba a perder la paciencia cuando un joven vestido con uniforme de enfermero le anunció que el doctor le esperaba en su oficina. Al entrar en esta un hombre canoso y sonriente le extendió la mano, invitándole a que se sentara en un sofá situado en el extremo opuesto al escritorio de una realmente inmensa oficina.
- Usted dirá- dijo el médico.
- Doctor el asunto que me trae aquí se remonta a hace unos 21 años, estoy aquí porque en la clínica mental del distrito montañoso me informaron que usted en ese entonces trabajaba allí, en esa época estuvo hospitalizada la señorita Andrea Calzadilla. ¿Lo recuerda usted?
- En efecto, yo trabajé por unos años en esa clínica y además sé perfectamente de quien me esta hablando porque la ahora señora Lujan estuvo hace dos años hospitalizada aquí, en esta clínica, donde finalmente murió- respondió el director- lo que no se es que tipo de información busca y por qué.
- Yo le explicaré doctor- empezó diciendo Oscar- yo estoy representando legalmente al hijo de la señora Lujan y si como usted dice ella murió aquí, nadie mejor que usted para darme información,¿puedo ver su expediente?- preguntó
- No, me temo que eso no puede ser, la información de un paciente es estrictamente confidencial; no obstante, si puedo responder alguna que otra pregunta. Déjeme buscar su expediente- dijo el médico saliendo de la oficina.
- Eso es todo señorita-decía el comisario- este sujeto, niega todo pero es evidente que algo oculta. No tenemos pruebas pero estamos seguros que no fue suicidio y aun no se le ha permitido salir bajo fianza. Yo realmente no se donde encaja el asesinato de Michelle Ruane en esta historia que usted me hace del hijo de la señora Lujan, pero le permitiré hablar con el señor Frank Lujan. Acompáñeme- dijo el comisario guiando a Ibet hasta la celda – Tiene visita- le dijo al detenido y les dejo a solas.
- Señor Lujan, mi nombre es Ibet Galinde y la oficina legal para la cual trabajo, representa al hijo de la señora Lujan- se presentó Ibet- Necesito que usted me diga lo que sepa acerca del nacimiento de este muchacho.
- Nada se puede hablar de quien no existe- respondió escueto.
- No me niegue a mi lo que bien sabemos los dos. Usted esta muy enredado en la muerte de Michelle, no siga complicando su situación- dijo ella tratando de intimidarlo.
- Ahórrese sus amenazas muchacha que yo sé lo que hago y por favor déjeme solo- dijo dándole la espalda.
Después de su infructuosa entrevista, Ibet se fue a ver a la hermana del sacristán quien le aseguro que Andrea había regresado embarazada de Suiza. Buscando una confirmación Ibet se dirigió entonces al consultorio del doctor Laurente.
- Mucho me alegra su visita- dijo el médico- precisamente he estado hoy tratando de localizar a su jefe.
- Pues yo tengo gran urgencia en hablar con usted. Fíjese que alguien me ha asegurado que la señora Lujan regresó embarazada de Suiza, ¿puede usted confirmarme si eso es cierto?
- En efecto, yo vi. a la señora a los pocos meses de su regreso y claro que no lo puedo garantizar pero recuerdo que yo también pensé que Andrea había quedado embarazada en ese viaje.- respondió Laurente.
- Entonces así es- reafirmó ella.
- No, espere, yo la vi dos meses antes del parto y con eso no puede decirse que fuera en Suiza donde se embarazó, no es por eso que lo digo, sino porque y para ello es que buscaba al señor Gálvez, recordé que después del parto ella estuvo muy mal de los nervios, un traumatismo post parto, estuvo delirando en varias ocasiones, y recuerdo que repetía el nombre de alguien, nadie de sus allegados reconoció el nombre, en aquel momento se pensó que quizás era algo producto de su mente alterada, pero ahora creo que puede tener alguna relación, el nombre es Antón- concluyó Laurente.
- No sabe cuanto le agradezco su buena memoria doctor- dijo Ibet- y otra cosa, ¿cree usted que su estado nervioso fuera tan critico como para ingresar en un sanatorio?
- Yo, como usted sabe no soy siquiatra pero, creo que si, más siendo una persona adinerada, además era evidente que había sufrido un enorme shock emocional con su embarazo- respondió el médico.
- Dígame doctor, ¿usted no la volvió a ver nunca más?
- No, no solo no la volví a ver, sino que jamás volví a saber de ella.
- Muy agradecida doctor, que tenga muy buenas tardes- dijo Ibet despidiéndose.
Cuando Ibet salió del consultorio del doctor Laurente, llamó a Miriam, a la cual citó para encontrarse en la cafetería Travieso.
*
- He venido todo lo rápido que he podido- dijo casi sin aliento Miriam al llegar.
- Gracias Miriam- dijo Ibet, dándole el menú- pide lo que quieras, mientras escucha, yo tengo el felling de que tú puedes saber algo más.
- Usted tiene, ¿el qué?
- Bueno, da lo mismo lo que yo tenga, ahora no tengo tiempo de explicarte, el caso es que tú debes recordar algo mas- enfatizó.
- ¿Cómo qué?
- Si yo lo supiera ya te habría hecho una pregunta mas directa, piensa, piensa por ejemplo en alguna visita de Suiza- sugirió Ibet.
- No, no recibieron visitas de Suiza- negó la otra.
- Piensa en una llamada de larga distancia, no se, que te halla parecido sospechosa-Ibet le animaba llevándose el dedo índice a la cabeza.
- No recuerdo ninguna- volvió a negar Miriam moviendo la cabeza.
- Haz memoria, los últimos días antes de que Andrea se fuera a Suiza- insistía Ibet.
- Déjeme pensar- pidió Miriam en lo que le daba un mordisco al bocadito que tenia entre sus manos.
- Está bien- dijo Ibet resignada- ve comiendo y mientras tanto piensa, en tanto yo voy a llamar a la oficina a ver si tengo algún mensaje.
Ibet se levantó y salió del establecimiento, creyó que la joven pensaría mejor sin su presencia, aprovechó para recoger unos mensajes, todos de índole personal, en el tiempo que llevaba en esta investigación había descuidado a sus amistades y familia, todos le estaban reclamando, bien mas tarde les atendería.
- Le voy a contar todo lo que pasó- dijo Miriam al regresar Ibet.
- Muy bien, veo que los alimentos nutrieron tu cerebro, te escuchó.
- Mi señora estaba muy agitada porque ella no tenía planes de ir a ninguna parte, pero repetía que era imprescindible marcharse.
- Explícate, por favor- le pidió Ibet-¿Cómo fue que tomó la decisión?
- Todo fue después de la discusión con aquel médico.
- ¿Qué médico?
- El médico que vino a la casa.
- ¿Por qué vino ese médico? ¿Había alguien enfermo? ¿Cómo se llamaba el médico?- preguntaba Ibet con su normal modo de aturdir a preguntas.
- No se, la señora no lo esperaba y él llegó diciendo que ella lo esperaba- Miriam hizo una pausa- el nombre,¿cómo se llamaba?, eso no lo recuerdo, pero si se que después que él vino, la señora decidió el viaje y además se puso muy mal, hasta se enfermó, yo pensé que era por sus negocios porque el señor Lujan me dijo: tenemos negocios que arreglar en Suiza.
- ¿Qué relación tenia Lujan con este viaje?
- Bueno, él vino con el médico.
- Gracias- dijo Ibet dando el último sorbo a su taza de café y salió del establecimiento.
- ¿Qué te sucedió?- preguntó Oscar alarmado por la palidez que ella mostraba. Ella se le abrazó.
- Tengo miedo- susurró.
- Pero, ¿qué te pasa?- volvió el a preguntar.
- Michelle se suicido- dijo ella.
El no respondió.
- ¿Entiendes qué es esto?- preguntó ella con lágrimas en los ojos- me parece que esto lejos de ser una herencia es una serie de funerales. No me gusta esto Oscar.
- ¿Qué no tenias un felling?- dijo el burlón.
- No juegues, que esto es muy serio- le respondió molesta.
El reflexionó por unos instantes.
- Ibet, tienes razón, esto está muy feo, pero ya no hay remedio, además me atrae enormemente, tengo que llegar al meollo del asunto, hagamos una cosa, coge vacaciones hasta que todo esto termine.
- ¿Estas loco?- exclamó ella.
- No quiero que te arriesgues- explicó él.
- De eso nada, aquí no hay más que dos, pero como los mosqueteros- dijo ella reanimándose-Mira- dijo entregándole el papel que había firmado la hermana del sacristán.
El lo leyó y dijo:
- ¿N o sabrá esta mujer algo sobre la estancia de Andrea en Suiza?
- ¡Aja!, esta vez me adelante. Claro que sabe- Ibet respiró profundo-Oscar, ¿no tienes algo que tomar?
- Si, lo que quieras, pero habla, ¿qué es lo que esa mujer sabe?- insistió él.
- Ella me contó que durante los meses en que acompañó a Andrea durante su embarazo, esta le contaba a ella de los premios que había ganado en Suiza en competencias de esquí.
- ¿Y?
- Nada más- dijo ella decepcionada.
- ¿ Esa mujer no sabe quien es el padre de Tony?- preguntó él
- No, pero eso quiere decir que Andrea había estado en Suiza antes de su embarazo, por lo tanto quizás, solo quizás, el susodicho padre puede ser alguien que ella conoció allá, y hasta quizás quedó engendrado allá- dijo ella como pensando en voz alta.
- No, no es tan descabellado, lo único es que según el médico ni siquiera Andrea sabía quien era el padre de su hijo- reflexionó Oscar.
- Eso no puede ser, a menos que nuestra Andrea halla sido demasiado promiscua- respondió ella.
- No, el caso es que según este doctor Laurente, Andrea sufrió de amnesia.-explicó Oscar.
- ¿Amnesia?- repitió ella poniendo francamente en duda lo que estaba escuchando.
- Como lo oyes, Laurente me llamó hace dos días atrás para decirme que había encontrado en su casa el expediente de Andrea, que si bien no me lo podía mostrar si podía decirme que el nombre del padre no figuraba porque la señora Lujan había sufrido un proceso de amnesia post parto y que si en algún momento había recuperado la memoria en lo referente al padre de su criatura él no lo sabia.
- ¿Dónde has estado durante todo el día?- le reclamó él cuando ella se apareció a las tres de la tarde a la oficina.
- Pues de lo más entretenida, te presento a Miriam, la muchacha que trabajó para Andrea- contestó Ibet señalando a su acompañante.
Él la saludo con un movimiento de cabeza y volviéndose de nuevo a Ibet.
- Dime-insistió.
- Esta niña- dijo refiriéndose a Miriam- se encontró una muy curiosa carta-dijo entregándole a Oscar un papel.
El leyó en silencio, caminó por la habitación, encendió un cigarrillo y se volteó diciendo:
- Me voy, ocúpate de todo, voy a estar unos días fuera.
- Espera, ¿no te interesa saber donde estaba yo?- le preguntó ella.
¿Es importante?
- Estaba con la policía.
- ¿Por qué?
- Pues porque esta muchacha le dijo al inspector que me contó a mi todo lo que ella pensaba del supuesto asesinato y además le agregó que yo había estado en la casa averiguando de Andrea.
Él se sentó.
- ¿Y ahora?- preguntó.
- Nada, yo le expliqué a la policía la investigación que estábamos llevando a cabo y le conté lo de la muerte del sacristán y ellos quieren hablar contigo.
- ¿Es todo?
- Si
- Me parece bien, ahora iré con ellos. Tu sácame pasaje para Suiza esta noche o a más tardar para mañana en la mañana. Después te veo- dijo despidiéndose.
Ibet llevaba tres días pendiente al teléfono, le desesperaba no tener noticias de Oscar y cada vez que sentía el timbre salía despedida a contestar. Era domingo en la mañana y no había salido a desayunar, esperando la llamada. Esa mañana el ringar constante la mantenía alerta, pero solo eran llamadas de familiares o amigos. Ahora sí, había pensado a la novena vez de tomar el auricular.
- Hola- respondió al llamado.
- Buenos días- era Oscar a otro lado de la línea.
- Al fin, ¿por qué me has hecho esperar tanto?, ¿donde estas?, ¿resolviste algo?- preguntaba ansiosa.
- Ibet, déjame hablar- dijo en tono enérgico Oscar y ante el silencio continuó- Estoy donde sabes, no te había llamado porque no tenia noticias y aunque no he resuelto nada, al menos me he entrevistado con varias personas del hospital mental donde estuvo recluida Andrea y he sabido que estando ella en el centro de esquiar le dio una crisis nerviosa y la recluyeron por unos meses, de lo que no aparece registro es de que halla estado hospitalizada recientemente. Necesito que me averigües si hay registro de su embarazo allá, pues aquí no aparece nada.
- Claro, lo haré-respondió ella- pero dime una cosa, ¿nadie la vio por Suiza en los últimos tiempos?
- No, aquí la recuerdan algunos, pero cuando era joven. Habla con el doctor Laurente, con la hermana del sacristán y si es preciso con el marido de Andrea. Te llamaré mañana en la noche.
- Lo haré, no te preocupes, ¿Y tú que harás?
- Mañana te cuento, By- dijo el finalizando la llamada.
*
- Buenos días-dijo Oscar en la recepción de la clínica.
- Buenos días señor, ¿en que puedo ayudarle?- le contestó la amable recepcionista.
- Mire joven, yo quisiera hablar con el director de la clínica- pidió él.
- ¿Tiene usted cita?
- No señorita pero me urge hablar con él, yo sólo estoy de paso, me marcho esta noche y antes quisiera concertar un negocio con el doctor Antón Dapué- dijo Oscar entregándole su tarjeta.
- Tome asiento señor- contestó ella levantándose.
Oscar obedeció a la muchacha y se sentó en el salón de espera, en el cual permaneció por casi una hora, ya empezaba a perder la paciencia cuando un joven vestido con uniforme de enfermero le anunció que el doctor le esperaba en su oficina. Al entrar en esta un hombre canoso y sonriente le extendió la mano, invitándole a que se sentara en un sofá situado en el extremo opuesto al escritorio de una realmente inmensa oficina.
- Usted dirá- dijo el médico.
- Doctor el asunto que me trae aquí se remonta a hace unos 21 años, estoy aquí porque en la clínica mental del distrito montañoso me informaron que usted en ese entonces trabajaba allí, en esa época estuvo hospitalizada la señorita Andrea Calzadilla. ¿Lo recuerda usted?
- En efecto, yo trabajé por unos años en esa clínica y además sé perfectamente de quien me esta hablando porque la ahora señora Lujan estuvo hace dos años hospitalizada aquí, en esta clínica, donde finalmente murió- respondió el director- lo que no se es que tipo de información busca y por qué.
- Yo le explicaré doctor- empezó diciendo Oscar- yo estoy representando legalmente al hijo de la señora Lujan y si como usted dice ella murió aquí, nadie mejor que usted para darme información,¿puedo ver su expediente?- preguntó
- No, me temo que eso no puede ser, la información de un paciente es estrictamente confidencial; no obstante, si puedo responder alguna que otra pregunta. Déjeme buscar su expediente- dijo el médico saliendo de la oficina.
- Eso es todo señorita-decía el comisario- este sujeto, niega todo pero es evidente que algo oculta. No tenemos pruebas pero estamos seguros que no fue suicidio y aun no se le ha permitido salir bajo fianza. Yo realmente no se donde encaja el asesinato de Michelle Ruane en esta historia que usted me hace del hijo de la señora Lujan, pero le permitiré hablar con el señor Frank Lujan. Acompáñeme- dijo el comisario guiando a Ibet hasta la celda – Tiene visita- le dijo al detenido y les dejo a solas.
- Señor Lujan, mi nombre es Ibet Galinde y la oficina legal para la cual trabajo, representa al hijo de la señora Lujan- se presentó Ibet- Necesito que usted me diga lo que sepa acerca del nacimiento de este muchacho.
- Nada se puede hablar de quien no existe- respondió escueto.
- No me niegue a mi lo que bien sabemos los dos. Usted esta muy enredado en la muerte de Michelle, no siga complicando su situación- dijo ella tratando de intimidarlo.
- Ahórrese sus amenazas muchacha que yo sé lo que hago y por favor déjeme solo- dijo dándole la espalda.
Después de su infructuosa entrevista, Ibet se fue a ver a la hermana del sacristán quien le aseguro que Andrea había regresado embarazada de Suiza. Buscando una confirmación Ibet se dirigió entonces al consultorio del doctor Laurente.
- Mucho me alegra su visita- dijo el médico- precisamente he estado hoy tratando de localizar a su jefe.
- Pues yo tengo gran urgencia en hablar con usted. Fíjese que alguien me ha asegurado que la señora Lujan regresó embarazada de Suiza, ¿puede usted confirmarme si eso es cierto?
- En efecto, yo vi. a la señora a los pocos meses de su regreso y claro que no lo puedo garantizar pero recuerdo que yo también pensé que Andrea había quedado embarazada en ese viaje.- respondió Laurente.
- Entonces así es- reafirmó ella.
- No, espere, yo la vi dos meses antes del parto y con eso no puede decirse que fuera en Suiza donde se embarazó, no es por eso que lo digo, sino porque y para ello es que buscaba al señor Gálvez, recordé que después del parto ella estuvo muy mal de los nervios, un traumatismo post parto, estuvo delirando en varias ocasiones, y recuerdo que repetía el nombre de alguien, nadie de sus allegados reconoció el nombre, en aquel momento se pensó que quizás era algo producto de su mente alterada, pero ahora creo que puede tener alguna relación, el nombre es Antón- concluyó Laurente.
- No sabe cuanto le agradezco su buena memoria doctor- dijo Ibet- y otra cosa, ¿cree usted que su estado nervioso fuera tan critico como para ingresar en un sanatorio?
- Yo, como usted sabe no soy siquiatra pero, creo que si, más siendo una persona adinerada, además era evidente que había sufrido un enorme shock emocional con su embarazo- respondió el médico.
- Dígame doctor, ¿usted no la volvió a ver nunca más?
- No, no solo no la volví a ver, sino que jamás volví a saber de ella.
- Muy agradecida doctor, que tenga muy buenas tardes- dijo Ibet despidiéndose.
Cuando Ibet salió del consultorio del doctor Laurente, llamó a Miriam, a la cual citó para encontrarse en la cafetería Travieso.
*
- He venido todo lo rápido que he podido- dijo casi sin aliento Miriam al llegar.
- Gracias Miriam- dijo Ibet, dándole el menú- pide lo que quieras, mientras escucha, yo tengo el felling de que tú puedes saber algo más.
- Usted tiene, ¿el qué?
- Bueno, da lo mismo lo que yo tenga, ahora no tengo tiempo de explicarte, el caso es que tú debes recordar algo mas- enfatizó.
- ¿Cómo qué?
- Si yo lo supiera ya te habría hecho una pregunta mas directa, piensa, piensa por ejemplo en alguna visita de Suiza- sugirió Ibet.
- No, no recibieron visitas de Suiza- negó la otra.
- Piensa en una llamada de larga distancia, no se, que te halla parecido sospechosa-Ibet le animaba llevándose el dedo índice a la cabeza.
- No recuerdo ninguna- volvió a negar Miriam moviendo la cabeza.
- Haz memoria, los últimos días antes de que Andrea se fuera a Suiza- insistía Ibet.
- Déjeme pensar- pidió Miriam en lo que le daba un mordisco al bocadito que tenia entre sus manos.
- Está bien- dijo Ibet resignada- ve comiendo y mientras tanto piensa, en tanto yo voy a llamar a la oficina a ver si tengo algún mensaje.
Ibet se levantó y salió del establecimiento, creyó que la joven pensaría mejor sin su presencia, aprovechó para recoger unos mensajes, todos de índole personal, en el tiempo que llevaba en esta investigación había descuidado a sus amistades y familia, todos le estaban reclamando, bien mas tarde les atendería.
- Le voy a contar todo lo que pasó- dijo Miriam al regresar Ibet.
- Muy bien, veo que los alimentos nutrieron tu cerebro, te escuchó.
- Mi señora estaba muy agitada porque ella no tenía planes de ir a ninguna parte, pero repetía que era imprescindible marcharse.
- Explícate, por favor- le pidió Ibet-¿Cómo fue que tomó la decisión?
- Todo fue después de la discusión con aquel médico.
- ¿Qué médico?
- El médico que vino a la casa.
- ¿Por qué vino ese médico? ¿Había alguien enfermo? ¿Cómo se llamaba el médico?- preguntaba Ibet con su normal modo de aturdir a preguntas.
- No se, la señora no lo esperaba y él llegó diciendo que ella lo esperaba- Miriam hizo una pausa- el nombre,¿cómo se llamaba?, eso no lo recuerdo, pero si se que después que él vino, la señora decidió el viaje y además se puso muy mal, hasta se enfermó, yo pensé que era por sus negocios porque el señor Lujan me dijo: tenemos negocios que arreglar en Suiza.
- ¿Qué relación tenia Lujan con este viaje?
- Bueno, él vino con el médico.
- Gracias- dijo Ibet dando el último sorbo a su taza de café y salió del establecimiento.
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