A partir de ese día un nuevo sentimiento me unió a él: admiración, admiré su aplomo, su fuerza y su control.
No me sentí capaz de preguntar, pero él, al regresar a su cuarto me entregó un libro en el que aparecía la explicación de la terrible enfermedad que acababa con su esposa: Alzheimer.
Esa noche en casa mientras lo leía, recordé de que forma tan indolente nos referimos a veces a una persona que por su edad a perdido un tanto sus facultades mentales, cómo somos capaces de llamar en tono burlón a alguien esclerótico.
Esta enfermedad lejos de lo que muchos imaginamos, se clasifica en varios tipos y tiene distintas consecuencias; el caso de Eva es posiblemente uno de los más tristes. Esta enfermedad que aunque es un proceso senil degenerativo en realidad no tiene edad, una veces es fulminante y como en el caso de Eva le lleva en su proceso a una total regresión a la infancia. No hay ni una sola posibilidad de recuperación. ¡OH Dios!, ¿Qué puedo hacer para aliviar en algo a este pobre hombre? Ya poco me importa la historia.
*
El sábado en la mañana me encontré con Anselmo como de costumbre, ninguno de los dos habló del día anterior; sin embargo el continuó su relato, como quien esta decidido a entregar sus secretos. La vida tiene sus encantos, dijo al referirse a los años siguientes de haber conocido a Eva.
Él era un estudiante de tercer año de la carrera de medicina y ella, por ese entonces una delgada jovencita de pelo muy negro que debido a la situación económica de su familia había tenido que emplearse como mozo de limpieza en el hospital donde Anselmo hacia sus prácticas.
Por alguna razón, que nunca acertamos a descifrar cuando de cosas del corazón se trata, Anselmo se acercó a ella, primero con la fuerza de la atracción física y pronto quedó atrapado en las redes del amor, según sus propias palabras. Eva no tardó en corresponderle por lo que se entabló entre ellos un noviazgo que tras cuatro años de espera culminó en matrimonio. Anselmo recuerda esa época como muy dura para ellos dos; incitada por él, Eva estudio enfermería, él tuvo que cambiar de trabajo, pues su organismo ya no resistía más seguir cargando sacos en los muelles; el cansancio era demasiado para combinarlo con las prácticas en el hospital, las clases y las noches de desvelo, así que termino la carrera trabajando en una carpintería.
Todos esos años, la espera, la paciencia de Eva, quien a veces sólo le veía una vez por semana o cada quince días y el empeño de ambos en procurarse una vida mejor, consagró en ellos una relación plena de ternura y comprensión.
- A pesar de no disponer de recursos, nunca pasamos por alto un aniversario de novios y siempre que nos veíamos yo le llevaba a Eva un ramito de gardenias.-me contaba él-Bueno, eran baratas, pero flores al fin-se sonreía, yo diría que estaba viviendo otra vez aquellos días-Fuimos felices, muy felices y el día de la boda, una sencilla ceremonia, supimos que en el mundo no podía haber un sentimiento mayor, nuestra unión era la ideal, y ya yo era médico. Lo tenemos todo para ser felices, nos dijimos.
- Y lo fueron sin dudas hasta…-pensé que no debía hablar de eso.
- Si y no, en realidad mi carrera me apasionaba y seguí estudiando, el dinero no nos volvió a faltar y para colofón tuvimos un hijo.
Aquí callo, su rostro volvió a ensombrecerse. Sugestionada por lo de Eva, temiendo herirlo con otro recuerdo desagradable, cambié la conversación.
- Sabe Anselmo, me gustaría encontrar un muchacho como usted, me enamoraría perdidamente de él.
- Cierto, nunca te pregunté si tenias novio- dijo pensativo.
- No, tuve uno pero creo no me enamoré.
- Sin dudas no te has enamorado, el día en que te suceda lo sabrás de inmediato. Es muy hermoso amar. Bueno ya tú lo sabes, amar a los padres, a los hijos, a los amigos, todas las formas de amor son maravillosas- su voz se volvió a apagar.
*
No sé como supe la fecha de su cumpleaños. Ese día no fui como todas las tardes, me aparecí en el garaje a las siete de la noche con un cake y no sé si era que nos habíamos identificado mucho o que Anselmo era adivino. Me lo encontré bien afeitado, pelado y según dijo, esperándome.
- ¿Fue a la barbería?-le pregunté-luce muy bien.
- No, pero como te esperaba para celebrar me pelé yo mismo delante del espejo y me afeité. Todavía me acuerdo de cómo agradar a una dama- dijo con una muy amplia sonrisa.
Su aspecto era tan distinto, puedo decir que lucía elegante, había preparado una linda mesa con flores y me tenía una sorpresa: su álbum de fotos.
Es increíble cuantas cosas nos dicen las fotos; su boda con Eva, paseos: Viñales, Soroa, Varadero. En realidad se tomaron fotos en cuanto lugar estuvieron y por lo que vi, recorrieron Cuba desde La Punta de Maisis hasta el Cabo de San Antonio. Después, el hijo.
- Lindo niño- me atreví a decir.
- Si, se parece a su madre-vaciló por un momento-digo en lo físico.
- Si tiene su parecido, aunque también tiene algo suyo.
- Puede ser-dijo enseñándome otra-este es él.
Mi asombro fue tan evidente que Anselmo me dijo:
- Si, es el hombre que el otro día aviso lo de Eva.
- Caramba-dije confusa-si le digo la verdad, temía hablarle de él porque pensaba que estaba muerto, que tonta ¿no? En realidad no sé por qué pensé eso.
- Era lógico que lo pensaras, es un hijo fantasma-dijo con verdadero pesar-pero esa parte de la historia será otro día.
- Claro, hoy es día de alegría- repuse.
- Para un viejo como yo, me pregunto, ¿si todavía pueden haber alegrías?
Por ser un tema tan delicado, que evidentemente resultaba doloroso para Anselmo, decidí averiguar por mi cuenta. Sólo le pregunté a Anselmo a que se dedicaba su hijo, curiosamente, era psicólogo.
El lunes a primera hora estaba yo sentada frente al Licenciado Anselmo León, que ocupaba el cargo de consejero para los estudiantes en la Universidad de la Habana. Como realmente no sabía como entrar en el tema que allí me había llevado, empecé haciéndole una consulta sobre mi posible vocación para estudiar computación; siguiendo los pasos reglamentados me llenó un cuestionario sobre mi vida, domicilio, trabajo, estudios etc., y me dio cita para el miércoles siguiente, día en que se me sometería a un test de aptitud, después de lo cual nos volveríamos a entrevistar.
Mientras conversábamos decidí seguir todo aquel juego, ya que me sería de más valor observarlo y después hablarle de sus padres, que traer a colación el tema, sacado del aire, su reacción podía ser evasiva o violenta. Así es que, obedientemente fui el miércoles e hice el examen y esperé paciente, haciendo mi vida habitual y sin contarle nada a Anselmo padre hasta el viernes de la siguiente semana.
- Bueno Gloria-dijo leyendo el resultado de mi test-¿Por qué no estudias letras?
- Lo cual significa que definitivamente no es la computación lo que me encaja- le respondí.
- Así es. Pero creo que no hay nada mejor que encontrar el verdadero camino antes de perder el tiempo en cosas que a la larga sólo nos harían perder el tiempo- enfatizó.
- Si, desde luego-empecé diciendo-Al igual que usted, opino que en todos los aspectos de nuestras vidas es muy triste cometer errores, que en muchos casos son irreparables sobre todo cuando las consecuencias pueden dañar a otros.
- Disculpe Gloria, pero realmente no le entiendo-respondió confundido.
- Si, esto es como una consulta profesional, claro si usted me lo permite.
- Bueno, dime de que se trata.
- Quiero saber hasta que punto tienen los padres responsabilidad en las malas relaciones con sus hijos, es decir, sé que los hijos somos sus obras, pero ¿qué margen de comprensión es necesario tener con ellos?
- Mira, sigo sin entender mucho, pero te puedo decir que los hijos siempre damos a los padres lo que estos se han ganado y que, en el caso de que los errores cometidos por los padres creen traumas en sus hijos, sólo cuando los hijos llegan a comprender los hechos y se sobreponen al trauma son capaces de comprender a los padres y hasta ayudarlos si es el caso; pero si no hay ningún trauma y es incompatibilidad, esas asperezas se liman con paciencia y madurez.¿Satisfecha?-concluyó.
- Digamos entonces que cuando un hijo niega a sus padres es porque le han creado un trauma, o porque le dieron desamor, o porque el hijo es un inmaduro-dije.
- No he dicho exactamente eso, debes comprender que cada caso es distinto- refutó.
- Quizás si yo fuera más específica-me atreví a proponer.
- A ver, dime ¿es tú caso?
- No, es el caso de un amigo que tiene un hijo que lo niega y lo repudia, por lo que sé ese matrimonio tuvo ese hijo con amor y creció rodeado de ternuras, complaciéndolo en todo, le dieron una buena educación y sin embargo ahora que ambos padres están viejos y uno de ellos muy enfermo, el hijo los rechaza. ¿Por qué?
miércoles, 17 de marzo de 2010
miércoles, 3 de marzo de 2010
OBJETOS PARA ENCONTRAR UNA HISTORIA- II
Estas palabras resultaron mágicas, el rostro de Anselmo cambio, sus ojos se llenaron de lagrimas y sin decir palabra me abrazó.
Yo no había elaborado frases convencionales para conmoverlo, yo había sido totalmente sincera cuando dije que lo necesitaba, pero de mi espontánea declaración resultó la evidencia de cuanto yo en estos meses había llegado a significar para mi viejo y solitario amigo. Y así pude conocer la mezcla de felicidad y desdicha que era el almanaque del doctor León.
Eva, creo que esto era lo más angustioso de su vida; una de las tantas ironías que eso que llamamos vida, destino, o como prefiramos llamarle nos juega y nos gana la partida. Eva fue la ilusión de su juventud, la fuente de energía de la que se nutrió para luchar y labrarse un futuro; Eva fue el arco iris de sus días.
¿Qué si hay historia en este viejito? Una de las más emotivas y controversiales que muchos ha oído y quizás pocos hayan tenido la oportunidad de vivir.
Cómo a partir de ese día me convertí en la sombra de Anselmo, supe por mi misma muchas cosas; pero todo aquello que había ocurrido antes de yo llegar a su camino y aun antes de llegar yo al mundo, fue él quien quiso que yo lo supiera. Esta vez no fue necesario hacer preguntas, Anselmo, actuando como todos los de su edad narró su historia.
*
La calle Monte entre los años veinte y treinta fue el centro comercial de la Ciudad de la Habana, a lo largo de ella y a ambos lados se encontraba todo cuanto se pudiera comprar: telas, zapatos, alimentos, utensilios para el hogar, todo y precisamente en los alrededores de esta calle en el año 1910, en una barriada llamada Ataré, nació el octavo hijo del matrimonio León, a este niño le fue puesto por nombre Anselmo y vivió junto a sus hermanos en la calle Romay, en una antigua casona, única propiedad de la familia, fruto de la herencia que de generación en generación habían compartido. La madre crió a sus once hijos porque después de Anselmo el apellido se desdoblo tres veces más, mientras el señor León pasaba todo el días enfrascado en el negocio de venta de alimentos en la Plaza del Vapor, que era un conjunto de quioscos y tarimas ubicados dentro de un edificio solariego en la calle Reina entre Amistad y Aguila.Y sólo veía a sus hijos cada noche antes de dormir. La disciplina del hogar era recta y bien definida; respeto absoluto a las órdenes paternas, consideración y ternura para con la madre. Los hermanos León aunque nacidos con poco plazo de tiempo entre uno y otro, se llevaban hasta diez años, pero todos fueron educados bajo las mismas reglas y todos salvo una sola excepción, la única hija hembra, estudiaron en la escuela elemental y una vez graduados de esta pasaban a trabajar en el negocio familiar mientras aprendían un oficio, para más adelante poder tener una ocupación mejor remunerada; así uno fue carpintero, otro técnico de radio y televisión, todos menos Anselmo, quien a la edad de catorce años decidió trabajar en la aduana, en la carga y descarga de los barcos. Sin oficio, con un trabajo duro, quizás demasiado duro para su constitución física, pero donde podía ganar lo suficiente como para pagarse los estudios de Medicina.
- Era una linda familia- le comenté un día.
- Si, una linda y bien llevada familia, pero también hubo cosas tristes en casa; mi hermana murió con apenas veinte y cinco años; cáncer de mamas, en aquel tiempo nada se sabía de esa enfermedad. De momento la casa pareció desmoronarse y sin embargo todo siguió su curso, mamá era una mujer muy fuerte. Creo-dijo pensativo- que ese día comprendí cuan poco vale la vida, creo que la muerte de mi hermanita cambio mi vida, yo apenas le llevaba dos años, ya estaba estudiando medicina y ya había conocido a Eva-respiro profundo-Bueno, creo que eso es otra historia, seguimos mañana.¿Quieres?
- Desde luego, además recuerde que mañana le voy a acompañar a verla-le dije ya saliendo, comprendí que eran demasiados recuerdos para un solo día- Hasta mañana Anselmo.
*
La incógnita de Eva se despejo aquella mañana, sabia que iba a conocerla, que lo acompañaría a visitar a su esposa; pero lo que nunca me pude imaginar era que iríamos a un hospital.
Creo que a él le resultaba tan difícil explicarlo que, permitió que yo lo viera con mis propios ojos. Lo que allí me encontré realmente me deprimió.
Cuando el taxi que nos llevaba se detuvo ante la entrada del hospital Gali García, todavía yo no entendía y mi aturdimiento continúo aun cuando la enfermera, que al parecer conocía muy bien al doctor León, con un trato discreto y respetuoso nos llevó a una habitación del último pabellón. Estoy segura de no poder borrar jamás la imagen que allí vi; pienso que no hay palabras para describir el espantoso cuadro de una mujer de edad madura gorgojeando entre juguetes plásticos dentro de una gigante cuna. Anselmo se le acercó cariñoso, beso sus mejillas, sin que ella, indiferente, expresara emoción alguna; después me indicó que tomara una silla y él se acomodo en otra, se mantuvo silencioso observándola por espacio de unos treinta minutos que a mi me parecieron una eternidad.
- Tú debes querer salir-me dijo abriéndome la puerta- ve al vestíbulo y espérame allí, yo debo hablar con el médico que la atiende, parece que tiene fiebre.
Nada pude contestar y nada pude decir en el transcurso de nuestro viaje de regreso, aquello que me había dejado sin palabras era la más vivida explicación para todas mis interrogantes. Si yo sentí un total desapego por la vida, si vacío e impotencia fue lo único que me inspiró ese despojo humano, ¿Cómo podía sentirse Anselmo?
Yo no había elaborado frases convencionales para conmoverlo, yo había sido totalmente sincera cuando dije que lo necesitaba, pero de mi espontánea declaración resultó la evidencia de cuanto yo en estos meses había llegado a significar para mi viejo y solitario amigo. Y así pude conocer la mezcla de felicidad y desdicha que era el almanaque del doctor León.
Eva, creo que esto era lo más angustioso de su vida; una de las tantas ironías que eso que llamamos vida, destino, o como prefiramos llamarle nos juega y nos gana la partida. Eva fue la ilusión de su juventud, la fuente de energía de la que se nutrió para luchar y labrarse un futuro; Eva fue el arco iris de sus días.
¿Qué si hay historia en este viejito? Una de las más emotivas y controversiales que muchos ha oído y quizás pocos hayan tenido la oportunidad de vivir.
Cómo a partir de ese día me convertí en la sombra de Anselmo, supe por mi misma muchas cosas; pero todo aquello que había ocurrido antes de yo llegar a su camino y aun antes de llegar yo al mundo, fue él quien quiso que yo lo supiera. Esta vez no fue necesario hacer preguntas, Anselmo, actuando como todos los de su edad narró su historia.
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La calle Monte entre los años veinte y treinta fue el centro comercial de la Ciudad de la Habana, a lo largo de ella y a ambos lados se encontraba todo cuanto se pudiera comprar: telas, zapatos, alimentos, utensilios para el hogar, todo y precisamente en los alrededores de esta calle en el año 1910, en una barriada llamada Ataré, nació el octavo hijo del matrimonio León, a este niño le fue puesto por nombre Anselmo y vivió junto a sus hermanos en la calle Romay, en una antigua casona, única propiedad de la familia, fruto de la herencia que de generación en generación habían compartido. La madre crió a sus once hijos porque después de Anselmo el apellido se desdoblo tres veces más, mientras el señor León pasaba todo el días enfrascado en el negocio de venta de alimentos en la Plaza del Vapor, que era un conjunto de quioscos y tarimas ubicados dentro de un edificio solariego en la calle Reina entre Amistad y Aguila.Y sólo veía a sus hijos cada noche antes de dormir. La disciplina del hogar era recta y bien definida; respeto absoluto a las órdenes paternas, consideración y ternura para con la madre. Los hermanos León aunque nacidos con poco plazo de tiempo entre uno y otro, se llevaban hasta diez años, pero todos fueron educados bajo las mismas reglas y todos salvo una sola excepción, la única hija hembra, estudiaron en la escuela elemental y una vez graduados de esta pasaban a trabajar en el negocio familiar mientras aprendían un oficio, para más adelante poder tener una ocupación mejor remunerada; así uno fue carpintero, otro técnico de radio y televisión, todos menos Anselmo, quien a la edad de catorce años decidió trabajar en la aduana, en la carga y descarga de los barcos. Sin oficio, con un trabajo duro, quizás demasiado duro para su constitución física, pero donde podía ganar lo suficiente como para pagarse los estudios de Medicina.
- Era una linda familia- le comenté un día.
- Si, una linda y bien llevada familia, pero también hubo cosas tristes en casa; mi hermana murió con apenas veinte y cinco años; cáncer de mamas, en aquel tiempo nada se sabía de esa enfermedad. De momento la casa pareció desmoronarse y sin embargo todo siguió su curso, mamá era una mujer muy fuerte. Creo-dijo pensativo- que ese día comprendí cuan poco vale la vida, creo que la muerte de mi hermanita cambio mi vida, yo apenas le llevaba dos años, ya estaba estudiando medicina y ya había conocido a Eva-respiro profundo-Bueno, creo que eso es otra historia, seguimos mañana.¿Quieres?
- Desde luego, además recuerde que mañana le voy a acompañar a verla-le dije ya saliendo, comprendí que eran demasiados recuerdos para un solo día- Hasta mañana Anselmo.
*
La incógnita de Eva se despejo aquella mañana, sabia que iba a conocerla, que lo acompañaría a visitar a su esposa; pero lo que nunca me pude imaginar era que iríamos a un hospital.
Creo que a él le resultaba tan difícil explicarlo que, permitió que yo lo viera con mis propios ojos. Lo que allí me encontré realmente me deprimió.
Cuando el taxi que nos llevaba se detuvo ante la entrada del hospital Gali García, todavía yo no entendía y mi aturdimiento continúo aun cuando la enfermera, que al parecer conocía muy bien al doctor León, con un trato discreto y respetuoso nos llevó a una habitación del último pabellón. Estoy segura de no poder borrar jamás la imagen que allí vi; pienso que no hay palabras para describir el espantoso cuadro de una mujer de edad madura gorgojeando entre juguetes plásticos dentro de una gigante cuna. Anselmo se le acercó cariñoso, beso sus mejillas, sin que ella, indiferente, expresara emoción alguna; después me indicó que tomara una silla y él se acomodo en otra, se mantuvo silencioso observándola por espacio de unos treinta minutos que a mi me parecieron una eternidad.
- Tú debes querer salir-me dijo abriéndome la puerta- ve al vestíbulo y espérame allí, yo debo hablar con el médico que la atiende, parece que tiene fiebre.
Nada pude contestar y nada pude decir en el transcurso de nuestro viaje de regreso, aquello que me había dejado sin palabras era la más vivida explicación para todas mis interrogantes. Si yo sentí un total desapego por la vida, si vacío e impotencia fue lo único que me inspiró ese despojo humano, ¿Cómo podía sentirse Anselmo?
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